sábado, 29 de agosto de 2015

La Santa Compaña

La Santa Compaña (Galicia) es una procesión de ánimas en pena que por la noche (a partir de las doce) recorren errantes, casi siempre, los caminos solitarios. Caminan emitiendo rezos (rosario) cánticos fúnebres y tocando una campanilla. A su paso, cesan previamente todos los ruidos de los animales en el bosque y se escucha este fúnebre tintineo. Su misión es visitar todas aquellas casas en las que en breve habrá una defunción.

La Santa Compaña está formada por una comitiva de almas en pena. Esta procesión compuesta por dos hileras, van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada espectro lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al frente se encuentra un espectro mayor llamado Estadea. La procesión va encabezada por un vivo (mortal) portando una cruz y un caldero de agua bendita, seguido por la comitiva con velas encendidas, no siempre visibles, notándose su presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso. Esta persona viva que precede a la procesión no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche, únicamente se podrá reconocer a las personas penadas con este castigo por su delgadez y palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar, sin que nadie sepa las causas, hasta su muerte.
La persona que vea pasar la Santa Compaña debe trazar un círculo en el suelo y entrar en él o bien acostarse boca abajo. Para librarse de esta se debe llevar una cruz encima, rezar sin escuchar los cánticos de la Santa Compaña, o bien, salir corriendo.

Dicen los lugareños que no todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos a «La Compaña». Elisardo Becoña Iglesias, en su obra «La Santa Compaña, El Urco y Los Muertos» explica que según la tradición, tan sólo ciertos «dotados» poseen la facultad de verla: los niños a los que el sacerdote, por error, bautiza usando el óleo de los difuntos, poseerán, ya de adultos, la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuírla, etcétera. Y es que habría una serie de indicios de la proximidad de la aparición como podría ser el olor a velas surgiendo de repente, o el espanto de determinados animales: perros, gatos, caballos... que según la leyenda pueden ver esos fantasmas por algún tipo de sensibilidad especial.


Caso anónimo

En la aldea de Guillade, en Pontevedra, un lugareño nos cuenta su experiencia acerca de la misteriosa Santa compaña. Así nos lo describe:

«Yo tenía unos 8 años. Una noche, me dirigía a casa después de visitar a mi tía, su casa está al lado del cementerio, y al estar oscuro se podía apreciar en la puerta del cementerio una hilera de luces, era como una especie de procesión, no pude ver nada más pero aquello no debería de estar allí. Al día siguiente, me enteré de que una vecina de la aldea había muerto»


El caso de Sofía Pérez

En el municipio pontevedrés de Budiño, Sofía R.Pérez de 42 años, madre de cuatro hijos, así lo relata:

«Yo tenía ocho años comenta cuando ocurrió. Mi madre y yo habíamos salido para visitar a una amiga y bajábamos por el camino de detrás de la casa, cerca del cementerio.
No era muy tarde, pero como era invierno ya era de noche. Fue justo al llegar al cruce. Yo oí un ruido de pasos muy grande, como si se acercase mucha gente. Le pregunté a mamá si lo oía y dijo que sí. Entonces vimos que bajaba por la carretera una procesión, como de un entierro. Eran muchos, no sé el número, pero todos vestían igual. Llevaban una especie de túnicas negras que les cubrían todo el cuerpo, con una capucha también negra. Pasaron muy cerca de nosotros. Nos quedamos paralizadas. Yo era muy pequeña y no entendía muy bien qué era aquello, pero mi madre estaba aterrorizada, me apretaba muy fuerte contra ella, diciéndome que no hiciera ruido. Y cual fue nuestra sorpresa que al final de la fila de «La Compaña», vimos a una mujer; ¡A una vecina nuestra!. Era la «Tía Preciosa», una vecina que vivía unas casas más arriba de la nuestra. Yo la reconocí por su forma de andar, porque tenía un defecto en las piernas y luego la vimos muy claramente. Llevaba como un palo en la mano y una especie de «pedra» como un mármol, pero muy, muy brillante. Pasó a nuestro lado en silencio «como un ánima». Y se fue detrás de la Santa Compaña.
No nos dio tiempo de preguntarle que hacía allí. Cuatro días después de pasar esto, «a tía Preciosa» moría. Estaba en la cocina y un rayo entró por la chimenea y la mató. Yo creo que aquello fue un aviso... todos avisamos antes de morir...».

Testigos de la Santa Compaña



Dramatización





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