viernes, 6 de febrero de 2015

Los Fantasmas de la Diputación de Granada

En la céntrica calle Mesones se encuentra el típico caso de casa encantada donde ocurren apariciones y fenómenos paranormales. Se trata del actual edificio del catastro, reconstruido recientemente, y antigua sede administrativa de la Diputación de Granada. En 1985 el edificio se convirtió en la sede administrativa de la Diputación, y se dieron a conocer públicamente hechos paranormales.

Numerosos testigos han manifestado sentirse acosados por sucesos, presencias fantasmales, misteriosos golpes y ruidos, luces multicolores que giran o revolotean por las estancias imbuidas por una energía desconocida, grabaciones de seres que no son de este mundo… Además, el lugar ha sido escenario de varias muertes, algunas de las cuales fueron calificadas como suicidios, otras como aparentes accidentes, aunque hay quien cree que detrás de ellos puede esconderse una especie de fatalidad.


La situación fue vivida, a mitad de los años ochenta, con gran angustia por aquellos que trabajaban en el edificio. Hubo quien llegó a creer que una presencia maligna se había adueñado del lugar y acudió a la protección de talismanes y a la consulta de videntes y curanderos en busca de consejo y alivio. Tal fue el estado de alarma que los responsables de la Diputación accedieron a que un grupo de expertos en fenómenos paranormales realizaran en el lugar una investigación en diciembre de 1986, aunque no se dio a conocer hasta el cabo de tres años cuando la prensa se hizo eco del caso y lo destapó ante la opinión pública.

Así pues, en 1989 saltaba a los medios de comunicación la noticia. Diarios, publicaciones especializadas en temas paranormales, revistas de ámbito nacional, algunas de gran tirada, programas de televisión, emisoras de radio, todos se interesaron por el fenómeno cuando comprendieron la gran expectativa que despertaba ante la población.

Pero para comprender mejor que clase de lugar es hay que remontarse en la historia. El edificio se encuentra en la calle Mesones, esquina con la calle Arco de las Cucharas. Una característica del solar, en el que hoy se ubica un edificio civil, es que, hasta finales del siglo pasado y durante al menos cuatro centurias, sobre ese espacio se levantaron lugares consagrados al culto.
El lugar estuvo urbanizado en la época del reino nazarí, donde hubo tres mezquitas. La más importante debió de ser la de al Haddadín (los Herreros), templo gremial de tales artesanos. Otra de las mezquitas se alzaba, donde, años más tarde se ubicaría la vieja iglesia de la Magdalena, derribada en nuestros días.
En 1892 el edificio empezó a usarse como almacén, se mantuvo como estaba con el nombre de Almacenes la Magdalena. Mucha gente de los alrededores decían que en aquel lugar pasaban una serie de misterios y sucesos inexplicables. Los empleados de los almacenes eran incapaces de ir solos al lugar donde se guardaban los materiales por miedo, motivo por el cual los dueños habían establecido como norma que se acudiera al almacén por parejas. Un antiguo trabajador de Almacenes Magdalena asegura que uno de los dueños de los almacenes se ahorcó en una viga de la antigua iglesia.

Posteriormente la cadena norteamericana Wolworth adquirió el viejo edificio para establecer allí una moderna franquicia. El nuevo dueño no lo dudo en tirar abajo la antigua iglesia, bajo la queja de los vecinos por destruir aquel edificio histórico, y edificar un bloque de cemento. Durante las obras de derribo del viejo edificio y cimentación del nuevo, en 1973, se produjo un macabro descubrimiento. Al derribar uno de los muros, apareció una habitación con una gran cantidad de huesos humanos, al parecer de niños. Suceso que la empresa no comunicó a las autoridades y prosiguió con las obras.
Al hallazgo de los huesos vino a sumarse otro suceso ocurrido durante la época de obras. El desprendimiento de una grúa costó la vida a un joven peón. Finalmente se produjo la inauguración de los grandes almacenes Wolworth. Aunque era el único local de estas características que existía en la ciudad en aquellos tiempos, los almacenes apenas estuvieron abiertos siete años, y en 1980 cerraron sus puertas. Hay quien dice que en su cierre pudo influir la propagación de ciertos rumores sobre fenómenos extraños sucedidos en el lugar.
Algunos empleados de los grandes almacenes comentaron que habían visto, en ocasiones y sin aparente explicación, que las escaleras mecánicas y otros aparatos funcionaban solos, juguetes que cambiaban de lugar sin explicación aparente, luces que se encendían solas, aires acondicionados que se activaban por las noches, molestando con su ruido a los vecinos… Además, en algunas ocasiones, al abrir el local por la mañana se descubrían desórdenes producidos durante la noche. Está claro que alguien o algo merodeaba por el edificio como si fuera suyo.

Tras el cierre de los grandes almacenes, en 1984 el edificio pasó a manos de la Diputación. Se iniciaba así la etapa más controvertida del lugar, en la cual numerosos testimonios apuntaron a la existencia de fenómenos paranormales en las dependencias administrativas de la Diputación. En un artículo de prensa publicado en el periódico “El Ideal” a finales de noviembre de 1989, el entonces vicepresidente de la Diputación, José Luis Medina, admitía que los albañiles se quejaban a menudo de la desaparición de planos y herramientas.

En 1986 varios trabajadores de la sede administrativa de la Diputación de Granada afirmaron haber notado diversas situaciones anormales durante el horario laboral (desde la mañana hasta el mediodía), como misteriosos tocamientos, tirones de pelo, máquinas que funcionaban solas, mesas que se caían sin que nadie las tocase, voces misteriosas…

Pero los sucesos no acababan con el cierre del edificio. Los empleados públicos aseguran que, en algunas ocasiones, al volver al trabajo a la mañana siguiente, los muebles habían cambiado de lugar.

Sin duda, los fenómenos paranormales más claros y extraordinarios fueron notados por el personal de vigilancia y mantenimiento que trabajaba por las noches en el edificio. Los vigilantes aseguraban escuchar continuamente puertas y cajones que se abrían y cerraban solos, máquinas de escribir tecleando en habitaciones donde no había nadie, ascensores que funcionaban sin que ninguna persona los llamara, y otras situaciones inexplicables en lugares donde no podía haber presencia humana. En otra ocasión un vigilante nocturno aseguró haber visto como un gran mueble archivador pasaba por encima suyo como si alguna fuerza invisible lo estuviera transportando, ubicándolo en otro lugar de la habitación. Pero hubo un hecho que provoco la petición de que se investigara lo que allí sucedía. Una noche, el jefe de mantenimiento sufrió el ataque de una presencia invisible que a punto estuvo de costarle la vida.

Tal fue el estado de alarma de los que allí trabajaban que los responsables de la Diputación accedieron a que un grupo de expertos en fenómenos paranormales realizaran una investigación en el lugar. Fue el grupo Omega, con Juan Burgos a la cabeza, quien investigó durante tres días la diputación de Granada con sorprendentes resultados. Pudieron ver una figura oscura que parecía tener rostro y llevar sombrero, que pasaba hacia el despacho del Presidente de la Diputación, haces de luces de distintos colores, voces de hombres discutiendo, humo saliendo del muro donde se creía que habían encontrado durante las obras los huesos humanos y que se fue convirtiendo en una columna compacta, como si de un monolito se tratara y que en su parte superior se fue formando una especie de rostro esculpido en piedra.
Los fenómenos paranormales también se registraban en los plantas del edificio que producían la fotosíntesis invertida, es decir, desprendían oxígeno y asimilaban anhídrido carbónico. Un hecho descubierto por un médium del equipo de investigación que detectó que los vegetales desprendían un frío inusual. También se consiguieron recoger psicofonías.

En los días que posteriores a la investigación, ante la negativa de la Diputación a seguir colaborando, las siguientes investigaciones tendrían que llevarse desde fuera. Se llevó la psicofonía a técnicos expertos en sonido, quienes manifestaron que la frecuencia que ofrece la cinta “sólo es posible con un cable de acero de diez kilómetros de longitud y una sección de un centímetro, haciéndolo vibrar manualmente; por lo que se estima que es prácticamente imposible producirla, idéntica o similar, con cualquier medio electrónico”. También analizaron el documento sonoro especialistas en otorrinolaringología, quienes dictaminaron la imposibilidad de que la frecuencia recogida en la grabación pudiera haber sido emitida por cuerdas vocales humanas.

Psicofonía captada en la diputacion

Después de analizar la psicofonía llegó el momento de intentar encontrar un rostro para el monolito luminoso aparecido en el sótano del edificio. Hay, al menos dos versiones de cómo se descubrió la verdadera identidad del fantasma. Una de ellas desmentida por uno de los investigadores y la otra en la que al parecer Juan Burgos, que aseguraba haber visto el rostro, se sometió a un tipo de meditación denominada “escatología intermedia” con la cual entró en un trance hasta que consiguió entrever un rostro, que más tarde fue reproducido por el dibujante granadino Andrés Soria.

El retrato robot del fantasma hecho público ante los medios de comunicación correspondería a un varón, de unos cuarenta y cinco años, con la cara cuadrada, pelo gris muy corto, ojos redondos, pequeños, oscuros y hundidos, con una expresión de profunda tristeza, rodeados por grandes ojeras. La nariz es ligeramente aguileña, la boca es de tamaño normal, aunque aparece arqueada también a causa de la tristeza. Después de hacer pública la imagen en un programa de televisión local, algunos vecinos de la zona aseguraron que pertenecía al rostro de un sacerdote, el padre Benito, al que su orden religiosa prohibió entregar su fortuna a los niños pobres de Granada.

En el 2006, tras otra remodelación en la que se le dio al edificio otro aire, abriendo el interior con 39 balcones, este fue ocupado por la gerencia territorial del catastro.

Más de veinte años después, el misterio sigue vivo, sin saber si realmente el edificio alberga inquilinos no deseados. Por si acaso, el Ayuntamiento de Granada ha aprovechado la expectación que despiertan las casas encantadas y ha incluido el edificio en una ruta para fomentar la lectura y dar a conocer la historia.

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