El 11 de julio de 1978, un camión cisterna cargado con 25
toneladas de propileno licuado (seis más de su capacidad máxima) estalló a su
paso por el camping de Los Alfaques (Tarragona).
Una bola de fuego
cubre todo el recinto en el que veranean 800 personas. El radio de la explosión
acaba instantáneamente con la vida de 158 de ellas, incluido el conductor del
camión.
Se alcanzan los 2000 grados de temperatura, algo que hace
que las bombonas de gas de los campistas se sumen a la explosión. La vida en la
playa se detiene: familias carbonizadas, personas que se consumían a medida que
corrían para escapar, víctimas que se cocieron en el agua del mar creyendo que
allí encontrarían resguardo.
La catástrofe se salda con una cifra que supera las 500
víctimas: 243 fallecidos y más de 300 heridos graves.
Con el paso del tiempo empezaron a aparecer testigos contando lo imposible: decenas de conductores que relataban visiones inexplicables mientras circulaban por la N-340 a la altura de Los Alfaques.
Todo sucede de madrugada: figuras de familias inmóviles
en medio de la carretera, en bañador o con ropas veraniegas en pleno invierno;
niños con cubos de playa, como se vinieran de jugar; dos mujeres rubias y altas
con la cara negra o sin rostro y sus cuerpos carbonizados...
Los aparecidos del camping de Los Alfaques han sido
referidos por muchos testigos, incluso por la Guardia Civil. De madrugada, una
pareja de agentes permanecían ocultos en la playa en una operación policial
cuando observaron, en pleno invierno, el paseo de una madre con su hija
desapareciendo misteriosamente.
Otro caso sorprendente de apariciones en la carretera, es
el caso de Javier Martín Moraleda en Tarragona:
Javier viaja con su esposa y su bebé en el coche. Circulan por la provincia de Tarragona, a las dos de la madrugada, mientras escuchan la radio tranquilamente, y de repente observa una serie de hileras de figuras que caminan en mitad del carril contrario, la mayoría son figuras de niños que parecen de carne y hueso. Hay unas siete u ocho personas, separadas por unos dos metros de distancia, unos miraban hacia la carretera y otros hacia atrás, todos ellos paralizados y sin rostro. Lo que le extraña es que llevan ropas de verano, gorras y cubos.
Javier viaja con su esposa y su bebé en el coche. Circulan por la provincia de Tarragona, a las dos de la madrugada, mientras escuchan la radio tranquilamente, y de repente observa una serie de hileras de figuras que caminan en mitad del carril contrario, la mayoría son figuras de niños que parecen de carne y hueso. Hay unas siete u ocho personas, separadas por unos dos metros de distancia, unos miraban hacia la carretera y otros hacia atrás, todos ellos paralizados y sin rostro. Lo que le extraña es que llevan ropas de verano, gorras y cubos.
Javier no tenía consciencia de que 26 años atrás, en
aquel lugar, había habido una terrible catástrofe en el Camping de los
Alfaques, dejando 300 muertes.
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