Este suceso se produjo en 1991, en una conocida calle del
madrileño barrio de Vallecas, cuando Estefanía Gutiérrez Lázaro fallecía en el
interior de su domicilio en extrañas circunstancias.
Todo comienza en marzo, cuando Estefanía, de 18 años de
edad, practicaba el juego de la Ouija en compañía de varias compañeras de
Instituto. Durante esta práctica fueron sorprendidas por una de las profesoras
del colegio y la sesión de espiritismo fue interrumpida.
A partir de ese
momento Estefanía entra en una catalepsia severa de la que no volvió a salir, llegando a tener convulsiones e incluso afirmaba tener visiones nocturnas de
un grupo de hombres alrededor de su cama que la llamaban por su nombre.
La familia de la adolescente acude a varios hospitales de
la zona pero en ninguno de ellos les dieron ninguna patología. Finalmente, Estefanía fallece el 14 de Agosto de 1991 ante la presencia de toda la familia en el
hospital Gregorio Marañón, entre convulsiones y gritos. El doctor Pedro
Cabeza determinó la muerte como "súbita e inexplicable”, aunque esta
teoría no convenció a la familia.
A partir de ese
momento, los miembros de la familia vivieron una auténtica pesadilla en su
hogar: figuras oscuras que parecían reptar por los dormitorios, una foto que se
prende o la voz de Estefanía que parecía surgir del cuarto de baño y que decía “¡Mamá!”.
La historia culminó con una llamada a la Policía Nacional
en la noche del 27 de noviembre de 1992. Allí, el inspector jefe, José Pedro
Negri, y sus hombres fueron testigos de fenómenos paranormales que fueron
recogidos en un documento oficial de la Policía.
Los Gutiérrez, presos del pánico y la angustia, decidieron
mudarse a otra casa. Los posteriores inquilinos del domicilio donde vivió
Estefanía jamás han experimentado nada raro.
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