En la calle Embajadores en Madrid, en el año 1991, vivía una familia compuesta por los padres, dos hijos, la esposa de uno de ellos, un bebe y un perro. La tranquilidad de esta familia se vio truncada cuando el hijo del matrimonio comenzó a ser testigo de varios fenómenos paranormales.
Todo comenzó como si fuera un sueño. Javier, el hijo del matrimonio, empezó a notar una fuerza que le oprimía el pecho y en ese proceso escuchaba voces que lo llamaban. En esas circunstancias se despertaba asustado y agarraba fuertemente una biblia. Solamente una vez, vio cruzar una sombra distinguiendo que solo tenía tres dedos en la mano. Dicha sombra le agredió y le lanzó una amenaza: "primero iré a por ti y después a por tu familia". Al ver esa imagen recordó un suceso del pasado: cuando era niño, bañándose con sus amigos en el río, observó que uno de ellos tenía solo tres dedos en la mano. En una de esas tardes en el río, este amigo suyo, tropezó y se dio con una piedra en la cabeza y murió.
El resto de la familia empezó a notar un frío intenso en todas las habitaciones (incluso teniendo la calefacción encendida), comenzaron a notar las presencias, las opresiones...
El miedo se apoderó de la familia y tomaron la decisión de acudir a una supuesta vidente para buscar respuestas, quien les aconsejó que colocaran claveles blancos en las habitaciones. Pero esto perjudicó más las cosas, agravando aun más el problema: los golpes se hicieron más frecuentes, los claveles de los jarrones aparecían tirados por el suelo, el frío se intensificaba...
En ocasiones, el bebé se quedaba mirando fijamente a un punto de la casa y empezaba a llorar, al igual que el perro, que también ladraba al mirar allí y, justo después, empezaban los fenómenos, como si ellos dos fueran testigos de lo que la mayoría no podemos ver.
Varias noches la familia se despertaba con un desagradable olor a gas en toda la casa y al levantarse comprobaban que estaba abierto. En otra de esas horribles noches, la lavadora se encendía sola, y al intentar apagarla, no respondía, incluso al desenchufarla seguía funcionando...
En otra ocasión, los padres se fueron unos días a descansar al pueblo, mientras que los hijos regresaban a casa después de una boda. Al llegar a casa quisieron entrar en la cocina pero algo se lo impidió. Con la ayuda de un vecino empujaron la puerta y descubrieron que la nevera era la causante del bloqueo, teniendo la cocina solamente una entrada.
Como explica uno de los protagonistas, todos estos fenómenos paranormales se desencadenaron tras realizar una sesión de ouija en una casa abandonada, y en un momento de la sesión un tablón apoyado en la puerta, salió disparado, produciendo un terrible golpe en el suelo que casi los aplasta.
Tras varios meses conviviendo con los fenómenos, decidieron visitar a un "milagrero", que no les cobró en ningún momento, y que les recomendó que pusieran cruces de sal detrás de las puertas, y asombrosamente los sucesos empezaron a remitir.
Todo comenzó como si fuera un sueño. Javier, el hijo del matrimonio, empezó a notar una fuerza que le oprimía el pecho y en ese proceso escuchaba voces que lo llamaban. En esas circunstancias se despertaba asustado y agarraba fuertemente una biblia. Solamente una vez, vio cruzar una sombra distinguiendo que solo tenía tres dedos en la mano. Dicha sombra le agredió y le lanzó una amenaza: "primero iré a por ti y después a por tu familia". Al ver esa imagen recordó un suceso del pasado: cuando era niño, bañándose con sus amigos en el río, observó que uno de ellos tenía solo tres dedos en la mano. En una de esas tardes en el río, este amigo suyo, tropezó y se dio con una piedra en la cabeza y murió.
El resto de la familia empezó a notar un frío intenso en todas las habitaciones (incluso teniendo la calefacción encendida), comenzaron a notar las presencias, las opresiones...
El miedo se apoderó de la familia y tomaron la decisión de acudir a una supuesta vidente para buscar respuestas, quien les aconsejó que colocaran claveles blancos en las habitaciones. Pero esto perjudicó más las cosas, agravando aun más el problema: los golpes se hicieron más frecuentes, los claveles de los jarrones aparecían tirados por el suelo, el frío se intensificaba...
En ocasiones, el bebé se quedaba mirando fijamente a un punto de la casa y empezaba a llorar, al igual que el perro, que también ladraba al mirar allí y, justo después, empezaban los fenómenos, como si ellos dos fueran testigos de lo que la mayoría no podemos ver.
Varias noches la familia se despertaba con un desagradable olor a gas en toda la casa y al levantarse comprobaban que estaba abierto. En otra de esas horribles noches, la lavadora se encendía sola, y al intentar apagarla, no respondía, incluso al desenchufarla seguía funcionando...
En otra ocasión, los padres se fueron unos días a descansar al pueblo, mientras que los hijos regresaban a casa después de una boda. Al llegar a casa quisieron entrar en la cocina pero algo se lo impidió. Con la ayuda de un vecino empujaron la puerta y descubrieron que la nevera era la causante del bloqueo, teniendo la cocina solamente una entrada.
Como explica uno de los protagonistas, todos estos fenómenos paranormales se desencadenaron tras realizar una sesión de ouija en una casa abandonada, y en un momento de la sesión un tablón apoyado en la puerta, salió disparado, produciendo un terrible golpe en el suelo que casi los aplasta.
Tras varios meses conviviendo con los fenómenos, decidieron visitar a un "milagrero", que no les cobró en ningún momento, y que les recomendó que pusieran cruces de sal detrás de las puertas, y asombrosamente los sucesos empezaron a remitir.
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